El padre de Margarita se aferraba a la vida con dolor y ella lloraba, no ya la futura ausencia sino, la lamentable presencia de quien durante tantos años le había servido de bastón en la vida.
En un momento de tan larga agonía gritó hija mía no veo nada.
La enfermera monja abrió la ventana de la 415 del hospital Santa Fe. Su padre seguía ciego por su insuficiente capacidad de abandono e imposible mejoría, tal y como le había confirmado la doctora con un es cuestión de horas. La enfermera monja abandonó la habitación y Margarita no se lo pensó más. Bajó la persiana y con una pequeña gasa tapó el ojo derecho del padre que padecía catarata como otro enemigo más invitado a la última batalla. Con ternura, dudas y temblor en sus dedos le abrió el izquierdo de par en par y acercó su móvil en función linterna a pocos milímetros de su ya única y maltrecha pupila.
La luz… veo la luz... Relajó su rostro y suspiró.
Margarita ató su llanto a un solemne silencio decidida a que pasara un cuarto de hora antes de poder usar el teléfono en función malas noticias.
Salud.
No se si será correcto o no decir esto, pero hay que hacer todo lo posible, todo, para paliar el sufrimiento, el propio y el de los seres queridos.
ResponderEliminar¿Y las comas de este relato?
ResponderEliminarEs una forma poco convencional de eutanasia, pero bastante tecnológica. Y mucho más poética que el arranque puro y duro de cables, ya muy visto.
ResponderEliminarHágase la luz.
Me ha gustado, soy de las que opino que la muerte es oscuridad así que que mejor ayuda para morir que mostrar la luz.
ResponderEliminarMe ha parecido muy visual y eso es bueno.
ResponderEliminarAbrazos...
Me gusta esta blog. Me gustan las palabras. Me gusta la unión de ideas. Me gusta la sonrisa. Me gusta desde donde he venido para llegar aquí.
ResponderEliminarUn saludo. Regresaré,
Aquello de la luz al final del tunel, debe ser un alivio. Debe quitarte los miedos.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu visita!!.
ResponderEliminarMe encantan tus pecados.
Creo que es tranquilizador ver el camino, donde quiera que te lleve... Besos
Si es que por mucho que nos preparemos, hay despedidas a las que no estamos, para nada, preparados...
ResponderEliminarBesicos
Jamás ninguna oscuridad fue tan necesaria.
ResponderEliminarAbrazos.
Las comas de este relato las pone el lector; estimado anónimo que no es capaz de identificarse.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. Tiene ternura infinita, sensibilidad y está muy bien escrito; con o sin comas.