-Hola Sagitario
-Hola
-Te oí por la radio
-Cometí el error de dar mi número en antena
-¿Por?
-No paran de llamarme
-¿Y?
-Me piden sexo
-Me llamo Santiago y busco matrimonio
-Entonces seguimos…
Hasta las siete de la mañana. Ese fue el comienzo de los cuatro largos meses en los que Nuria, soltera sagitario, se negaba a una cita mientras Santiago no cesaba de llamarla porque no quería dejar escapar a la mujer de su vida, título que le otorgó a partir de la segunda llamada.
Santiago escuchaba su voz con devoción y ojos cerrados. Ese bálsamo de belleza susurrada le tenía amorosamente envenenado, tal y como le hubiese ocurrido a cualquiera que hubiese caído en las redes de sus cuerdas vocales. Santiago hablaba poco o menos, tan sólo quería oírla, decir sí a todas sus premisas hasta conseguir que su voz se tornara melosa, sabia y dulce para derramarse a solas, excitado por sus timbres, sin atreverse a gemir por temor a rozarla.
Cuatro meses más tarde de tan arrebatadores encuentros Nuria aceptó la inevitable quedada. Se citaron en la puerta del Café Gijón para emular a los poetas que a lo largo de la historia se habían enamorado a versos.
Santiago llegó primero y aguardó en el coche. A los tres minutos apareció la mujer de su vida, vestida, tras lo acordado, de blanco, con libro en la izquierda y flor en el pelo. Santiago arrancó el motor. Nuria miró. Se miraron. Aceleró y se marchó dejando de mirar. Ella, con la misma ternura con la que le amó por teléfono, le despidió con su mano.
Adiós amor, otro adiós en las espaldas. Susurró en do melancólicamente menor.
Santiago lloraba al volante mientras se insultaba por haber despreciado de tan abrupta manera el cuerpo donde habitaba la voz de todos sus deseos. Sintiéndose villano de cine una amarga mueca se le instaló en la cara.
Nuria, inagotable al desaliento, se ilusionó con un nuevo cambio de estilo. Apagó su voz como primer plato y editó un perfil sencillo y descriptivo en una página de contactos. Un par de fotos y una frase firme como único reclamo:
Nuria. Soltera, sagitario y enana. ¿Hablamos?
Salud.